Personalizando enfoques para la recuperación en la depresión

En un simposio de la industria celebrado en el marco del 36.º Congreso del ECNP (European College of Neuropsychopharmacology) celebrado este año en Barcelona, escuchamos a dos distinguidos ponentes quienes hablaron sobre el concepto de ‘Ir más allá del alivio de los síntomas en enfermedades mentales graves, enfoques personalizados para la recuperación funcional’. Ambas presentaciones se centraron de forma particular en el trastorno depresivo mayor. El profesor Roger McIntyre (Universidad de Toronto, Canadá) se presentó primero, y explicó la necesidad de reconocer y abordar las comorbilidades somáticas en las enfermedades mentales graves.1 Le siguió el profesor Narcís Cardoner (Universitat Autònoma de Barcelona, España), quien analizó la necesidad de que los médicos ayuden a sus pacientes que viven con depresión a recuperar su energía si quieren lograr una recuperación funcional.2

 

Reconocer y abordar las comorbilidades somáticas con enfermedades mentales graves.

El trastorno mental grave (TMG), por definición, interfiere con la vida y capacidad de desempeñarse de una persona.3 Por lo tanto es indispensable que cuando se ayude a un paciente con un TMG a recuperar su desempeño, se considere un enfoque terapéutico específico: que se considere de forma temprana, que sea personalizado para el individuo, y que sea holístico y considere factores que puedan tener impacto sobre la recuperación de un TMG.1

El trastorno depresivo mayor es un síndrome que rara vez existe aislado. 

En la primera presentación, el profesor Roger McIntyre explicó que el ‘trastorno depresivo mayor (TDM) es un síndrome que rara vez existe de forma aislada’, y que las enfermedades no transmisibles, tales como las enfermedades cardíacas, la obesidad, la diabetes y la ansiedad son asociadas de forma habitual con un trastorno mental grave.4 Aproximadamente entre el 80 y 90 % de las personas que viven con trastorno depresivo mayor cumplirán con los criterios de otro desorden en su vida.1 Los datos de más de 30,000 individuos extraídos por una encuesta nacional de salud (National Health Interview survey) muestran que en los adultos que viven con trastorno depresivo mayor, la proporción de probabilidad de padecer ciertos trastornos crónicos de comorbilidad es alta, incluida la diabetes mellitus (DM, 1.96), enfermedad de arterias coronarias (2.30), y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC, 3.21).4 

Estos trastornos se denominan con frecuencia como condiciones comórbidas, un término que el profesor McIntyre cuestionó. ‘Dado que no conocemos la patología del trastorno depresivo mayor, es algo presuntuoso utilizar la palabra comorbilidad’, explicó el profesor McIntyre. Continuó explicando que, cuando se encuentra un estudio que indica que un cierto porcentaje de personas padece de dos o tres otras enfermedades, uno comienza a preguntarse si existe una patogénesis compartida.

El profesor McIntyre explicó los conceptos de continuidad homotípica y heterotípica. Homotípico significa que el fenotipo permanece igual a lo largo del tiempo, como con el síndrome de Down. Heterotípico significa que el fenotipo cambia en su forma de presentarse a lo largo del tiempo. El ponente cuestionó por lo tanto si, en muchos casos, lo que se piensa que son comorbilidades son en realidad trastornos concurrentes que se explican mejor con la continuidad heterotípica.1

Un ejemplo expuesto fue el de la obesidad, que a decir del profesor McIntyre ‘hace metástasis en el cerebro’, al ser la obesidad y las afecciones relacionadas con ella, condiciones que afectan más a las poblaciones con depresión que a otras.5 Un vínculo entre la obesidad y la depresión es que los cambios de ambas son similares en la conectividad funcional en estado de reposo.5 Por lo tanto, un área de investigación que el grupo del profesor McIntyre está explorando es hasta qué punto los cambios en el cerebro (a nivel celular, estructural, neuronal y de conectividad), se vinculan entre afecciones como el trastorno depresivo mayor y la obesidad.

En qué medida los cambios en el cerebro (a nivel celular, estructural, neuronal y de conectividad) se vinculan entre afecciones como el trastorno depresivo mayor y la obesidad.

Más adelante, el profesor McIntyre abordó el concepto de la soledad. En datos de 2023 publicados recientemente, se demostró que el aislamiento social y la soledad activan el proceso inflamatorio, lo que los convierte en un importante factor de riesgo de obesidad, enfermedades cardiovasculares y trastornos mentales graves.6

El profesor MacIntyre destacó que lo interesante del estudio es que proporciona un vínculo mecánico entre la depresión y otras enfermedades.6 Por ejemplo, la evidencia del Biobanco del Reino Unido sugiere que la inflamación a través de niveles elevados de proteína C reactiva (CRP) puede incluso tener un papel causal en el riesgo de depresión.7 En otro estudio, la mayor incidencia de depresión en pacientes con diabetes está relacionada con la resistencia a la insulina, lo que conduce a mayores niveles de monoaminooxidasas y función dopaminérgica que pueden contribuir al riesgo de depresión. 8,9 Esto tal vez no sea sorprendente, sugirió el profesor McIntyre, si se considera que existe una importante superposición genética entre los trastornos endocrino-metabólicos y los trastornos depresivos.10

El doctor McIntyre explicó la importancia de considerar todo lo anterior, ya que muestra la necesidad de integrar nuestra atención cuando un paciente presenta una enfermedad mental grave. Al abordar un trastorno mental grave, como la depresión y a sus enfermedades asociadas, la evidencia sugiere que los resultados son más favorables.11 También nos permite considerar cómo diseñamos nuestros tratamientos al enfocarnos en receptores que desempeñan un papel en el desarrollo de muchas condiciones comórbidas.12

Al abordar un trastorno mental grave, como la depresión y a sus enfermedades asociadas, la evidencia sugiere que los resultados son más favorables.11

Recuperar la energía en la depresión para lograr una recuperación funcional. 

En la segunda presentación, el profesor Cardoner habló sobre la falta de energía y la fatiga en el trastorno depresivo mayor, y cómo se asocian con una mala recuperación funcional.2

Definir la fatiga es más difícil de los que podríamos esperar, pero las definiciones más comunes incluyen pérdida o falta de energía, sensación de cansancio, sensación física de lasitud y agotamiento.13 En el trastorno depresivo mayor la fatiga se presenta en diferentes dimensiones, como la física (donde se manifiesta como debilidad y pesadez), la afectiva (donde se manifiesta como una disminución del interés), y a nivel cognitivo (donde se manifiesta como un proceso de pensamiento lento).14

 

Infografia SoMe

 

Existe un debate sobre cuán prevalente es la fatiga en la depresión. Algunos estudios sugieren que aparece en aproximadamente la mitad de los pacientes que viven con trastorno depresivo mayor, mientras que otros proponen que llega hasta el 95 % de los pacientes.15 En comparación, los estudios comunitarios sugieren que aproximadamente entre el 6 y el 19 % de la población general sufre de fatiga.16 De manera independiente a su prevalencia, la evidencia de un estudio realizado en 2011 muestra que la fatiga es uno de los síntomas más persistentes del trastorno depresivo mayor.17

 La fatiga es uno de los síntomas más persistentes del trastorno depresivo mayor.17

En opinión del profesor Cardoner, la etiología de la pérdida de energía en el trastorno depresivo mayor es compleja y tiene vínculos con la neurotransmisión, así como con los sistemas neuroendocrino, inflamatorio e inmunológico.2, 28, 29 Las vías que causan fatiga en la depresión incluyen alteraciones de la neuroinflamación y niveles elevados de citoquinas, así como los impactos en el sistema endocrino, como la desregulación de los sistemas, incluido el eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (HHS).18, 19 Sin embargo, también es importante recordar que los factores psicosociales como el estrés, la poca actividad física, la dieta, la soledad y la falta de apoyo social, también pueden influir. 19 

No obstante, todos los síntomas del trastorno depresivo mayor están relacionados con uno de los tres neurotransmisores: serotonina, noradrenalina o dopamina.20 La pérdida de energía está asociada con el agotamiento de la noradrenalina; sin embargo, la mayoría de los tratamientos para el trastorno depresivo mayor se enfocan principalmente en la serotonina.20 Así, mientras se logra el alivio de otros síntomas con tratamiento, la fatiga puede persistir e impedir que la persona se reincorpore a sus actividades diarias.20 Esto es particularmente importante, sugirió el profesor Pardoner, dado que los desafíos presentados en el tratamiento de la pérdida de energía en la depresión están relacionados con que el uso de antidepresivos pueden provocar o empeorar la fatiga.21

La pérdida de la energía se asocia con el agotamiento de noradrenalina, aunque la mayoría de los tratamientos para el trastorno depresivo mayor se enfocan principalmente en la serotonina.20

La noradrenalina está relacionada con la cognición, la motivación y la pérdida de energía en la depresión.22 Como tal, la inhibición de la recaptación de noradrenalina podría desempeñar un papel específico para aquellas personas que viven con depresión y que sufren de falta de energía.21

El profesor Cardoner resumió su presentación pidiendo a los asistentes considerar a la fatiga a la hora de tratar la depresión, porque seguir un enfoque terapéutico que se centre en la recuperación de energía, además de abordar otros síntomas, es importante para restablecer una recuperación funcional. 

Viatris proporcionó el apoyo financiero educativo para este simposio satélite. 

Referencias

  1. McIntyre R. se presentó en el 36.º Congreso ECNP; 8 de octubre de 2023; Barcelona y virtual.
  2. Cardoner Alvarez N. se presentó en el 36.º Congreso ECNP ; 8 de octubre de 2023; Barcelona y virtual.
  3. National Institute of Mental Health (NIMH). Mental Health. Disponible en https://www.nimh.nih.gov/health/statistics/mental-illness. Accesado en octubre de 2023.
  4. Egede LE. Gen Hosp Psychiatry. 2007;29(5):409–16.
  5. Li ZA, et al. JAMA Netw Open. 2023;6(6):e2320276.
  6. Vallée A. Environ. Res. Public Health 2023;20:2869.
  7. Pitharouli MC, et al. Am J Psychiatry. 2021;178(6):522–29.
  8. Watson KT, et al. Am J Psychiatry 2021;178:914–20.
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